Introducción
Todo mexicano perteneciente a la generación X [1] ha escuchado hablar de Blockbuster y Videocentro , de Napster , de El “ Concorde ”, las maquinas de escribir Olivetti (que pesaban más que la mesa donde se colocaban), los juguetes Lily Ledi y Ensueño (que fabricaba el Trepanfibio y el Dinopiano), BurguerBoy (con sus famosas Unefante, Brontodoble y Dinotriple), Danessa 33 (y su vasito de casco de Americano), los camiones Ruta 100 (antecesores de los RTP), Taesa (si tu vida te vale una hamburguesa, vuela por …), Reino Aventura (que fue la casa de Keiko por algunos años) o los muebles K2 (al final de la avenida de los 100 metros). Pero ¿qué tienen en común todos estos elementos, productos o empresas? Que ninguno existe en la actualidad (salvo Videocentro, que aún existe una sucursal en Tlalnepantla). En un entorno globalizado, donde la primicia “debería ser” renovarse o morir, cualquiera creería que todas las empresas “saben aprender” para afrontar los retos (que má